Creo que una de las bendiciones más grandes en la vida es el tener hijos. Ellos son un verdadero regalo de Dios, no importa cómo sea el paquete. Es un gran privilegio el que tenemos de ser colaboradores de Dios en la formación de otra persona. Dios nos confía la responsabilidad de alimentarlos físicamente, pero también de proveerles educación, un ambiente emocional sano y una vida espiritual que los lleve a un encuentro personal con Cristo. En otras palabras, Dios nos confía la hermosa responsabilidad de amarlos porque él los ama aun más que nosotros y tiene un plan maravilloso para sus vidas.
Tal vez usted se pregunte: ¿Cómo puedo colaborar con Dios en la formación de esas vidas tan preciosas que llamo mis hijos? Una muy buena pregunta. El primer paso es orando. Pídale a Dios que le dé la clase de amor que él tiene por sus hijos, un amor que incluye aceptación, paciencia, ánimo, confianza y valor. El segundo paso es ponerse de acuerdo con su cónyuge. Decidan cómo van a actuar con sus hijos en todas las áreas, como la diversión, la disciplina, la educación, las finanzas y demás. El tercer paso es cumplir con los acuerdos para que los niños tengan la estabilidad que necesitan.