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Cuando estamos muy ocupados, o frente a las presiones que sufrimos cuando hay escasez de trabajo; o cuando viene la tentación en sus diversas formas, la lucha por permanecer en control de nosotros mismos se hace evidente. Necesitamos ejercitar el dominio propio, también expresado en la Biblia con la palabra “templanza” (Gálatas 5:23).

Existe un concepto incompleto del dominio propio, cuando se piensa solo en el aspecto sexual o en la comida. Nuestros problemas no son el estómago, o el sexo. La falta de dominio propio tiene su residencia en la mente. No somos esclavos de nuestros órganos sino, más bien, nuestros órganos son esclavos de nosotros, y hacen lo que les pedimos. Por esto hay esperanza para nosotros en el don del dominio propio.

La templanza significa el control de uno mismo, con referencia especial a los deseos. Esta era la palabra predilecta de los filósofos estoicos, como Séneca y Zenón, quienes consideraban que el hombre tenía una naturaleza noble, y que podía auto controlarse y de esta forma llegar a ordenar su camino en la vida. Sin embargo, los dos problemas con los filosofos mencionados, es que ellos eran panteístas, y en segundo lugar, que llevaban el auto control y el dominio propio a tal extremo, que se convertían en cínicos, no importándoles el dolor, ni la míseria ajena. Séneca y Zenón permanecían, indolentes ante cualquier situación.

¿Cómo podemos ejercitar el dominio propio? 

En su primera carta a la iglesia en la ciudad de Corinto, el apóstol Pablo explica el dominio propio, utilizando una ilustración tomada de la auto-disciplina de los atletas (1ª Corintios 9:25). Para ganar trofeos importantes, los atletas deben trabajar arduamente, y durante mucho tiempo. Lo mismo debe ocurrir con los cristianos, para ganar la carrera espiritual que hemos emprendido. Los varones entendemos esto, porque la mayoría de nosotros trabajamos duro, y por mucho tiempo, para ganarnos el pan de cada día.

Otro ejemplo válido para ilustrar este punto, es el de los metales, los cuales tienen que ser templandos a fuego, para lograr ser resistentes. ¿Y qué tal el ejemplo de los árboles? Algunos árboles, como las palmeras, se doblan hasta el extremo cuando los ataca un viento huracanado, no obstante, cuando el viento pasa, las palmeras se enderezan.

Nosotros ejercitamos la templanza cuando moderamos nuestros apetitos de comer, o de beber, cuando ejercitamos la moderación en la adquisición de cosas materiales, y cuando aprendemos a ser buenos mayordomos de nuestro hogar.

Por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, tenemos la inclinación natural hacia el dominio propio; pero debido a la caída, debido al pecado, no logramos ejercerlo en su totalidad. Por eso, el dominio propio no se obtiene por esfuerzo personal, sino que es parte del fruto de la presencia de Dios el Espíritu Santo, el cual recibimos cuando nos entregamos al Señor Jesucristo.

De todas maneras, luchamos contra nuestras tendencias, pero Dios nos ayuda cuando ponemos de nuestra parte. Aquí van algunas ideas prácticas: 

Cuídese mucho de sus áreas débiles. Todos las tenemos. Cuando falle, pida perdón a Dios. Es indispensable pedirle perdón y también poder para triunfar. 

Pida las oraciones de otro varón creyente para ayudarte en su área débil, e infómele acerca del progreso, o de sus fallas, para que él sepa orar más específicamente.

Substituya las actividades que le han hecho caer, con nuevas actividades que le ayuden a practicar el dominio propio.

Trate de comprender las razones por las cuales no practica el dominio propio, y luego tome pasos decisivos hacia la victoria.

Si el Señor Jesucristo mora en su vida, decida practicar el dominio propio, pues él le dará el poder para logarlo.