Una de las características que he notado en muchas personas que vienen a consejería, es la falta de atención que ponen al cuidado de su salud. No me refiero a su salud física solamente, sino a también a su salud emocional y espiritual. Tal vez la razón de este descuido se deba a la multiplicidad de tareas que demanda la vida moderna. O tal vez se deba a la espiritualización de la salud, cuya filosofía enseña que los cristianos no necesitamos un médico o un consejero humano. Reconozco que en algunos casos, este descuido se debe también a la falta de recursos financieros. De todas maneras, cualquiera sea la razón, necesitamos asumir la responsabilidad de cuidar nuestra salud como una prioridad indispensable. Dios nos ha hecho mayordomos de este cuerpo y tenemos la obligación de cuidarlo bien. En las siguientes semanas tocaremos los temas de la salud física, emocional y espiritual.