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Durante los últimos años, el Señor ha movido a muchas personas, a estar sedientos de escuchar y entender las Sagradas Escrituras. Tienen hambre de Dios. Han quedado insatisfechos con comida espiritual chatarra. Muchas veces vemos en la Biblia, que Dios llama la atención de su pueblo hacia él, a través de momentos difíciles. Pero Dios también llama nuestra atención cuando pasamos etapas de paz, prosperidad y crecimiento.

En el libro de 2a Crónicas capítulos 14 y 15, la Biblia nos nuestra una historia apasionante: la victoria del pueblo de Dios, sobre un ejército enemigo de un millón de soldados. La enseñanza de esa historia es, que cuando buscamos al Señor, lo encontramos (Jeremías 29:11-14).

El contexto de la historia nos muestra, que la falta de enseñanza de la Palabra de Dios, produjo caos en el pueblo. En los tiempos anteriores a Asa, Dios permitió la tribulación que pasaron como pueblo, para que en su rebeldía de no buscarle, clamasen a él. Ellos clamaron, y Dios los oyó, diciéndoles que se esforzasen. La orden de esforzarse aparece muchas veces a través de la Biblia. Dios nos llama, nos ordena actuar, trabajar, tanto en tiempos de conflicto, como en tiempos de paz y de bendición.

El rey Asa fue animado a continuar con la reforma que había comenzado tiempo atrás. Él “quitó los ídolos”. La palabra de Dios por medio del profeta lo animó y le dio valor para destruir la idolatría. ¿Qué ídolos pueden haber en nuestro corazón, y en nuestra casa? ¿Quién tiene poder, hasta ahora, para manipularnos como personas, o aun para manipular a toda nuestra familia? ¡Es hora de tomar ánimo, y actuar limpiando nuestro hogar de cualquier cosa que estorbe nuestra relación con Dios! 

Pero además, El rey Asa reparó el altar del Señor, que estaba delante del pórtico del templo. El altar no estaba destruido, sino abandonado, descuidado. El altar representa nuestro corazón, es decir, el lugar donde nos ofrecemos como un sacrificio de alabanza a nuestro Dios. ¿En qué condiciones está nuestro corazón? Tal vez necesitamos repararlo. Dios nos ordena hacerlo hoy mismo.

Gracias a las acciones del rey Asa, Dios envió un despertar espiritual a su pueblo. La fecha mencionada “coincide” con la fiesta de las cosechas, o Pentecostés. En el libro de los Hechos, se nos dice que la gente se congregó al escuchar el ruido y la conmoción que produjo la llegada del Espíritu Santo. Luego, el apóstol Pedro predicó poderosamente, y hubo una maravillosa cosecha de almas salvadas.

El pueblo que gobernaba el rey Asa, hizo un pacto en su corazón; cada uno consigo mismo, y con el pueblo de Dios. Ellos dijeron: “El que no buscare a Dios, que muera.” El pueblo entendió el tiempo de Dios, y fue consciente del daño que produce, que un miembro del cuerpo no busque a Dios. El pacto que hicieron fue a continuar “buscando siempre el rostro de Dios”, y esto significa la acción de cómo responder a Dios, una actitud que caracteriza a sus hijos, y equivale a conocer mejor a Dios y a servirle de todo corazón, sin reservas; es obedecerle y ver que tal relación personal de obediencia a Dios produce éxito, paz, y vida. 

Así que las reformas de Asa, y el avivamiento que Dios dio como resultado, en definitiva puso todas las cosas en su lugar: Primero destruyendo los ídolos del corazón, luego buscando al Señor, santificándose, esforzándose, preparándose, manteniendo a Dios en primer lugar, ordenando el hogar y ordenando la casa de Dios.

Dios quiere que estemos a cuentas con él, que estemos preparados. Su venida está cada vez más cerca, y no sólo porque pasa el tiempo, sino porque las señales de su venida son cada vez más evidentes. Es urgente que entendamos este tiempo en el cual vivimos.