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Firmes en Cristo 

 

Si no estamos convencidos de que el Señor Jesucristo pagó por todos nuestros pecados, seremos tentados a volver a la ley de Moisés, o a hacer buenas obras 

para ganar la salvación.

Nuestro Señor Jesucristo cumplió la ley de Dios y murió en nuestro lugar como el único sacrificio aprobado y suficiente para Dios. Jesús nos reconcilió para siempre con Dios. La Biblia dice en Hebreos 9.23 al 10.36 que necesitamos aferrarnos firmemente a nuestra fe porque Dios es fiel a Su promesa.

Estamos firmes en Cristo porque Él nos perdonó totalmente” 

(Referencia: Hebreos 9.23-28; 10.1-21 y 26-31) 

El sacrificio de Cristo quita el pecado completamente. Jesús nos reconcilió con Dios. No necesitamos hacer nada más al respecto, solamente permanecer en Él. Volver atrás es apostasía. Los sacrificios de la ley eran imperfectos; en tales sacrificios, Dios no tuvo placer. El sacrificio de Cristo fue ofrecido de una vez. Su sangre derramada fue suficiente para quitar todos nuestros pecados.

El texto de libro de Hebreos (9.23-28) dice que los patrones de las cosas que se usaban antiguamente, como el tabernáculo y todo su servicio, eran solamente “sombras”, es decir, no tenían poder para salvar, sino para señalar hacia el Mesías prometido. Estos elementos fueron purificados con sangre, pero las cosas celestiales con mejores sacrificios. Cristo intercede por nosotros en Su trono. El orden fijo para todos los hombres es morir una sola vez y ser juzgados después de la muerte; así Cristo fue ofrecido una vez, murió una vez como ofrenda por nuestro pecado, y luego siguió el juicio, y fue justificado y vindicado por su resurrección. Su obra de redención se hizo de una vez por todas.

La ley de Moisés era una sombra de las cosas buenas que vendrían; no contenía las cosas buenas, sino sólo la sombra de ellas. La ley no puede liberarnos del pecado y perfeccionar la conciencia. Si los sacrificios legales aseguraran el perdón completo, no se habrían ofrecido una y otra vez; la repetición mostró que todavía había conciencia de pecado. La sangre de los animales ofrecidos en los sacrificios no tenía poder para limpiar del pecado, la única eficacia real fue el efecto moral sobre el pueblo y el hecho de que señalaron al Cordero de Dios. 

Dado que los sacrificios levíticos no podían limpiar del pecado, Cristo, el Redentor del pecado, dijo cuando entró en su misión: “Sacrificio y ofrenda no te agrandan” (no lo logran - Salmo. 40: 6-8). Dado que los sacrificios y las ofrendas del altar judío no cumplieron con la voluntad de Dios, “me preparaste un cuerpo para ofrenda.” Esta es la ofrenda de Cristo. Cristo habla en el Salmo 40 diciendo que venía al mundo para hacer la voluntad de Dios. La ley anunció la encarnación de Cristo. Dios dijo: quita lo primero, el antiguo pacto con sus sacrificios, y establece el segundo, el nuevo pacto. Mediante la completa sumisión de Jesús, nuestros pecados son quitados de nosotros y somos santificados. Después Jesús “se sentó” (lo que implica que no necesita hacer más ofrendas) “a la diestra de Dios” honrado por siempre. El Señor nos dio conciencias perfectas libres de un sentimiento de culpa del pecado. Los que estamos santificados somos todos aquellos cuyos pecados nos han sido perdonados. El Espíritu Santo es testigo y testifica que Cristo nos perfecciona (Jeremías 31.33,34 “No me acordaré más de sus pecados e iniquidades”). Por lo tanto, no se requiere más ofrenda por el pecado. 

Cristo nos abrió el camino al lugar más santo: los cielos. Podemos seguir firmes en Él, el Camino nuevo y vivo. La ley no es un camino vivo.

Pisotear deliberadamente la voluntad de Cristo es apostatar de la fe, si se hace eso, no queda más sacrificio para quitar el pecado y queda en cambio el juicio. Observe la comparación que hace el texto de Hebreos: Violar la ley de Moisés no tuvo remisión, su destino fue la muerte. Había misericordia para los ignorantes, los equivocados, los no alcanzados, pero no para la persona que violaba la ley deliberadamente. ¡Cuánto más doloroso castigo para el que rechaza a Cristo, quien pisotea la sangre del pacto! Tal persona rechaza toda la obra, las palabras, la predicación, las súplicas del Espíritu Santo. Dios promete venganza y juicio sobre los apóstatas porque han despreciado la misericordia de Dios.

Estamos firmes en Cristo para no desviarnos y caer 

(Referencia: Hebreos 10.23,24 y 35-39)

Necesitamos aferrarnos firmemente a nuestra fe porque Dios es fiel a Su promesa. Nos ayudamos, nos sostenemos, nos unimos para no retroceder. El Señor Jesucristo viene pronto, y mientras tanto, Él viene pronto en nuestro auxilio (“Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” Salmo 46.1)

Nos acercamos al Dios que habita en el Lugar Santísimo y lo hacemos con un corazón sincero y puro; con plena seguridad de fe, con confianza en nuestro Sumo Sacerdote. 

Por la sangre de Cristo nuestros pecados fueron perdonados. Nuestros cuerpos se lavaron con agua pura (referencia a la sangre de Cristo y al bautismo, el cual demuestra nuestra unión con Cristo). El corazón y el espíritu son limpiados por la sangre de Cristo. Debemos mantenernos firmes en Él sin dudar, recordando los tiempos cuando hemos soportando una etapa de prueba, porque eso ejercita la paciencia, la cual es esencial para resistir. “Todavía un poquito” (Habacuc 2) es aplicado a Cristo. Pronto vendrá Cristo, hará justicia y traerá completo alivio a Sus hijos, así que, por ahora, vivimos perseverando en la fe. Si alguno retrocede por temor o debido a las pruebas, habrá escogido perderse. Nosotros no retrocedemos.

¿Cómo mantenernos firmes en Cristo? 

(Referencia: Hebreos 10.24,25 y 32-36)

El pastor Robert Dean, de Texas, dijo en cierta ocasión: “Ser cristiano involucra más que simplemente vivir una vida decente y respetable. La definition bíblica involucra una entrega completa del pueblo de Dios a la misión mundial de Cristo. En este sentido, vivir una vida cristiana buena no se puede separar del participar en la iglesia y en la misión de ella en el nombre de Cristo”. Nos mantenemos firmes en Cristo permaneciendo juntos, llevando la vida adelante juntos: Adoramos juntos, aprendemos juntos, crecemos juntos, nos animamos unos a otros y nos ayudamos a mantener el rumbo en nuestro llamado a estar en el reino de Dios y a cumplir Su plan para la iglesia; nos defendemos del enemigo que quiere que caigamos en la apostasía. 

Preocupémonos por los demás y animémonos unos a otros tanto con la palabra como con el ejemplo. No dejemos de reunirnos. En tiempos de persecución había una gran tentación de mantenerse alejados de los servicios de la iglesia, y algunos habían caído en una peligrosa negligencia. Los cristianos judíos podían ver que el día de la venida de Cristo y del juicio estaba cerca y debían exhortarse unos a otros y mantenerse unidos. Nosotros esperamos a Cristo juntos mientras pasamos las pruebas.

Los resultados de mantenernos firmes

Todo lo dicho guía nuestras decisiones, actitudes y estilo de vida. Por ejemplo, si no estamos convencidos de que el Señor Jesucristo pagó por todos nuestros pecados, seremos tentados a volver a la ley de Moisés, o a hacer buenas obras para ganar la salvación. Si, por el contrario, nos mantenemos firmes en Cristo, tendremos la paz que sobrepasa todo entendimiento, y estaremos honrando a Dios de verdad con nuestra fe en Él. Si estamos inseguros de que Dios borró nuestros pecados en el sacrificio de Cristo, eso se reflejará en nuestras decisiones, actitudes y acciones diarias, como también en el trato con otras personas; seremos personas con miedos e inestabilidad emocional; con un constante sentido defensivo que nos separa de otras personas. Pero si permanecemos firmes en Cristo, la presencia del Espíritu Santo será muy evidente en nosotros por medio de Su fruto (Gálatas 5.22,23).

Para meditar:

¿Está usted firme en Cristo? ¿Comprende cuán importante es su vida como parte de la iglesia y por qué Dios le ha salvado? ¿Responderá usted hoy al Señor afirmándose en Él para no desviarse de la fe?