“Escucha esto, Job; Detente, y considera las maravillas de Dios” Job 37:14
Muchas personas tienden a estar perpetuamente ocupadas. Las responsabilidades de todo tipo los mantienen en constante actividad, y ello hace que sacrifiquen el tiempo de descanso, el tiempo con la familia, y aun peor, el tiempo a solas con Dios.
Pero otros, pasan ocupados pensando en sus angustias, en sus dudas y temores, y ello hace que sacrifiquen su relación con Dios. Job era uno de estos hombres, y esa es la razón por la cual Dios le ordena a hacer una pausa, para escuchar y meditar inteligentemente en las maravillas de Dios.
Observemos detenidamente la orden de Dios a Job, y personalicémosla:
1. “Escucha esto, Job” (Pon atención; enfócate; haz una pausa; entiende; Sé humilde)
2. “Detente” (Suspende la “carrera” mental. Oblígate a separar tiempo para mí)
3. “Y considera las maravillas de Dios” (Reflexionar; examina; Recapacita; Alaba)
Dios permite las pruebas para: enseñarnos, prepararnos, depurarnos, hablarnos, y acercarnos más a él, especialmente cuando está por hacer algo especial.
El Salmo 46:10 nos recuerda que Dios está siempre con nosotros, y vemos que tiene un paralelismo muy interesante con el texto de Job 37:
La actividad de meditar frecuentemente en Dios, y en Sus maravillas, incluyendo Su actividad en nuestras vidas, y en la familia de la iglesia, da como resultado el aprender a oír a Dios cada vez mejor, y en entender Sus instrucciones con mayor claridad.
En el último libro de la Biblia, el Señor Jesucristo da, nuevamente, la orden de hacer una pausa (Apocalipsis 2.7; 2.11; 2.17; 2.29; 3.6; 3.13; 3.22)
Recibimos el poder y la sabiduría de Dios para vencer cuando pausamos (“Detente”, “Estad quietos”) para escuchar (“Escucha esto”, “Conoced que yo soy Dios”, “El que tiene oídos, oiga”) y recordamos (tenemos siempre presente) la actividad de Dios (“Considera las maravillas de Dios”, “Seré exaltado”, “El que venciere”).
Así que, hacer una pausa es necesario, para que nuestros “oídos espirituales” permanezcan abiertos y así poder recibir las instrucciones de Dios. Este es un ejercicio permanente, y es la ocupación más productiva y significativa que debemos tener.