El cristianismo está basado en la evidencia de Cristo. No es un mito, o una filosofía, y tampoco se trata de un dios mitológico; se trata de Dios encarnado con el propósito específico de salvarnos.
Los dioses mitológicos, además de no existir, eran concebidos como seres egoístas que buscaban su propia satisfacción y se vengaban si no eran satisfechos. Las mitologías provenían de la imaginación de hombres y mujeres que expresaban a través de sus fábulas y mitos, su propia angustia interior, su soledad y su frustración con la vida. Las mitologías siempre fueron un engaño del enemigo para alejar a la humanidad del Dios verdadero.
El apóstol Juan escribe a la iglesia, en 1ª Juan 4.14, para refutar a los falsos maestros, a los anticristos, que negaban la encarnación de Dios en Jesucristo. Juan le recuerda a la iglesia que Dios vive en el creyente, y que su presencia es evidente en la transformación del creyente; en la experiencia propia y personal, que cada uno de nosotros tenemos desde el momento en que creemos en él, y nos entregamos a su señorío.
Juan se incluye en el grupo de los doce apóstoles, el dice, “nosotros”, los que vivimos con el Señor día y noche durante tres años. Esto nos enseña, que la vida con Dios es una experiencia personal, no se trata de otras personas, sino de nosotros. No es algo que nos contaron. No se trata de una religión transmitida por la familia. Se trata de nosotros. No nos guiamos solamente por lo que nos dijeron, sino por nuestra experiencia con Dios (Juan 4.42).
En el libro de Hechos, 4:20, encontramos la declaración que dice: “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Nosotros tampoco podemos dejar de testificar lo que hemos visto y oído: El evangelio, las buenas noticias de la salvación en Cristo Jesús. Dios le testifica hoy al mundo por medio de nosotros.
Somos testimonio ante el mundo de que el Padre ha enviado a Su Hijo, porque él nos salvó, y esa experiencia continúa teniendo resultados en el presente. Nuestra vida es un testimonio, y nuestra proclamación acerca de Cristo, es usada por Dios para que otros “vean” y “oigan” y sean salvos.
No se puede mostrar, ni hablar, lo que no se tiene. ¿Ha visto y oído usted a Cristo de verdad? Si es así, su vida es un testimonio; usted lo sabe por experiencia propia. Si aún no es así, hoy puede tener la experiencia de poner toda su confianza en Cristo Jesús para su salvación.
Así que, estimado lector, Dios quiere salvarte del juicio venidero, y además, él quiere entrar en tu hogar. Respóndele pronto. Nadie puede hacerlo por ti, pues esta debe ser tu experiencia propia.