¿Conoce a alguna persona separada o divorciada? O tal vez usted mismo está atravesando por esa situación. El trauma de la separación y el divorcio es devastador. Durante las tres décadas que llevamos en el ministerio cristiano, hemos visto muchos matrimonios siendo afectados por este problema, y sabemos que la carga emocional, espiritual y aun financiera es tremenda. Ni que hablar de las consecuencias en los niños de matrimonios que llegan al divorcio.
Sin embargo, en medio del dolor, del sentimiento de abandono y de las diversas consecuencias que deja el divorcio, quiero que sepa que la vida no termina allí. Tenemos un Dios que se compadece de nosotros. En su Palabra él dice: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados y yo os haré descansar.” Luego nos habla de llevar su yugo fácil y su carga ligera. Es que el Señor mismo quiere que le dejemos llevar nuestras cargas. Él es quien, en realidad, camina con nosotros por la vida, ofreciéndonos paz, consuelo y una guía para el camino. Es verdad que el trauma de la separación y el divorcio son cargas emocionales muy pesadas de llevar, pero Dios tiene hombros muy grandes y él quiere encargarse, es decir, tomar su carga.