¡Ánimo! Todos necesitamos escuchar esta palabra, ¿verdad? Claro que sí, porque todos tenemos desafíos. Pero no estamos solos, tenemos al Señor intercediendo por nosotros constantemente:
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”. (Romanos 8:26,27 RVR1960)
También nos tenemos unos a otros; somos hermanos y amigos unidos por la misma fe en el Señor Jesucristo. ¡Somos familia!
“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Eclesiastés 4:9,10)
De más está decir que ninguno de nosotros es perfecto. Pero lo importante, es que estamos trabajando, y avanzando juntos, hacia la meta de conocer cada vez mejor a nuestro Salvador y Señor:
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:7-11)
Como somos hermanos, nos sostenemos en la lucha uno al otro (“Sobrellevad los unos las cargas de los otros” (Gálatas 6.1-5; Efesios.6.10). Esto no significa que ignoramos el pecado, o que no le damos importancia. Significa que luchamos juntos, en oración, y somos transparentes uno con el otro, mientras buscamos la santidad y la sanidad.
“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1a Pedro 1:13-17).
“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto". (Santiago 5:13-18)
Si usted es cristiano, sepa que es de mucho valor para la iglesia. Todos juntos formamos un lazo de unidad, una imagen de fuerza y estabilidad para los varones, las damas, para los niños, para los adolescentes y los jóvenes. Y estas virtudes también son valiosas para la comunidad, pues ven a hombres y mujeres de Dios, que sirven con gozo e integridad. El mundo necesita personas como usted.
Así que, ¡Ánimo, familia! Sigan adelante tomados de la mano de Dios, y haganlo en compañía de otras personas que, como ustedes, comparten su amor por él.