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Jesús eligió doce hombres entre los discípulos a quienes llamó apóstoles. Ellos tuvieron tareas específicas que cumplir, aun mientras eran enseñados por el Señor. La Biblia menciona sólo algunas de esas tareas, pero habla mucho del equipo en sí.

Jesús conocía los corazones de cada uno de estos hombres. En ese grupo había un “muestrario” (catálogo) de los desastres que genera el pecado: orgullo, celos, codicia, traición, cobardía, avaricia, etcétera. Pero Jesús los amó hasta el fin (Juan 13.1) Como líder del equipo Jesús estuvo siempre allí para ayudarles. El Señor fue compasivo con ellos aun cuando le fallaban. Al mismo tiempo, él ejerció su autoridad como líder cuando necesitaron reprensión.

Jesús no se reblandeció cuando Pedro, manejado por Satanás, le pidió que fuese a la cruz. Exteriormente, tal gesto del apóstol parecía algo digno de un buen amigo, pero el Señor supo captar quién estaba influenciando a Pedro. 

Como líder del equipo, Jesús tuvo que dar ordenes y también exhortar. Nunca vemos a los apóstoles yéndose ofendidos. Juan 6.66 dice que muchos de sus discípulos le dejaron, pero no el grupo de los doce. La reafirmación de su lealtad al Señor, verbalizada por medio de Pedro, preparó al equipo para enfrentar las etapas más duras, pero también las más gloriosas del ministerio de Jesús. En realidad, Él mismo los llevó a ese punto decisivo. Los apóstoles tenían la oportunidad de alejarse en ese momento, si lo estaban pensando. Al claudicar un grupo en masa se haría menos visible la renuncia de unos pocos. Pero por otra parte, al permanecer, se establecía una posición firme ante Jesús, el líder. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Juan 6.68). Los apóstoles declaraban su dependencia absoluta y su sometimiento a Jesús. ¿Quién hay como Él? ¿Acaso puede haber otro que tenga palabras que transforman la vida y la extienden más allá de la muerte? La segunda confesión de fe se enfoca aun más profundamente en la persona de Jesús: “Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”

Jesús, el líder, demandaba fidelidad absoluta pues a ellos les encargaría la gran misión de extender su Reino. 

Como cristianos, es nuestra responsabilidad ser absolutamente fieles al Señor Jesucristo e imitar su estilo de liderazgo. El encargo de extender el Reino de Dios en la tierra aun no ha terminado. Pero esa tarea se hace no sólo a través de la evangelización y de los ministerios de la iglesia, sino diariamente en nuestros hogares, trabajos y profesiones. 

La pregunta es: ¿Cómo hacemos esto? Jesús no nos dejó un manual de instrucciones al estilo de los manuales de hoy, entonces, la única manera de aprender e imitar el estilo de liderazgo del Señor Jesucristo, es estudiar detenidamente su vida y ministerio tal cual nos lo muestra en la Biblia, siempre orando que Él use Su Palabra para darnos sabiduría y dirección en todo momento, y especialmente, cuando enfrentamos situaciones conflictivas y altamente estresantes. Confiemos en Él y Él lo hará.